Archivos Generales de Extremadura – Mérida
Silencio, Espacio, Vibración Muda.
… Atravesar el Espacio silenciosamente. Conseguir la Vibración Muda (Chillida).
2007
En la Ciudad de Mérida el Eco de la Arquitectura Romana resuena en nuestra cabeza, hasta el propio terreno, en su superposición de diferentes estratos, nos habla silenciosamente de ella. Tan sólo hay que saber escuchar.
Escuchamos y, encontramos un edificio estrechamente unido a un lugar (Emérita Augusta), no ajeno a su memoria, en el que cada espacio se materializará de manera individual, pero a su vez formando parte del conjunto, como ocurre en la ciudad.
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El edificio se erigirá en «La Otra Orilla» del río, la que creemos se conformará como Orilla Cultural Moderna, en contraposición a la Orilla Cultural Histórica (Romana) del margen opuesto. Es el río el que ejerce como «espejo», creando dos imágenes metafóricas reflejadas.
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La condición parcial pública del edificio, es la que integra al mismo dentro de este nuevo eje cultural. No se concibe, por lo tanto, el edificio como un objeto cerrado o ensimismado. Más bien es un edificio para la ciudad, que se abre a ella, formando parte de ella. Adopta su escala, la escala de los ciudadanos, fragmentando su forma, tallando su volumen, flexibilizando el carácter intrínseco propio de un archivo. Se produce la metamorfosis. Rompemos la imagen de contenedor neutro ajeno a la ciudad, para convertirlo en un espacio «público» flexible y dinámico que se integra e interrelaciona con ella. Esto sucede, fundamentalmente, a través del área pública, (salón de actos, zona expositiva, zona de consulta, …) en contacto con el terreno y (en nuestro caso jardín privado), cobijado bajo la sombra de las áreas más privadas (depósitos, archivos, talleres,…) transparente, fluida, y en definitiva, abierta a todos.
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Éste área sería el primero de los estratos del edificio porque la imagen exterior del edificio, al igual que sus usos, espacios y documentos, también se estratifica, nos habla de sus diferentes capas o estratos, metáfora ésta de la propia condición tipológica de edificio, en donde se almacenan (por capas) los documentos.
Ésta imagen metafórica de la apilación documental en estanterías propia de la esencia de un archivo, se repite y alcanza su mayor representatividad (o expresividad) en la fachada: facetada vibrante y estratificada características que a su vez, responden, y están íntimamente unidas a la más profunda Tradición Arquitectónica Romana (sillería y mampostería pétrea).
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Es en esta fachada vibrante, que con la incidencia de la luz del sol lo es aún más, donde la sustracción metafórica de un documento produce una perforación en la misma, introduciendo la luz hasta su interior.
Estos huecos son, a su vez, los que en la noche, con su ritmo aleatorio, reproducirán esta vibración, iluminando desde el interior toda la fachada.
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La imagen intuitiva inicial del archivo como un gran cofre único depositario de la historia, se va metamorfoseando debido a su condición urbana, en varios volúmenes paralelepípedos profundamente tallados y horadados, los cuales generan secuencialmente espacios y recorridos en positivo y en negativo, enriqueciendo espacialmente los mismos, tanto exterior como interiormente.
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Esta fragmentación volumétrica también nos habla de la diferenciación tanto morfológica y funcional como en lo relativo a la localización: 3 áreas diferenciadas para 3 accesos independientes, aunque interrelacionados según corresponde funcionalmente.
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En definitiva, se trata de un edificio enraizado, abierto, fluido y continuo, flexible, fragmentado y estratificado, y fundamentalmente, testigo (terraza a la «Otra Orilla»). Testigo de la propia memoria histórica de la Ciudad y de la Región, y a su vez, contenedor de la misma. Ella es la que le da la forma. La memoria histórica es la que talla y horada el volumen inicial desde el exterior, hacia el interior, como una Vibración Muda en la que lo más profundo es el aire.